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AMOR SECRETO II
Liana
El vampiro cayó a mis pies soltando un gimoteo y se
retorció por la patada que le había dado en el estomago.
Estaba doblado sobre si mismo, arrodillado en el suelo
y con el rostro crispado en una muecta de dolor, que podría haber dado lástima,
pero que a mí me volvia loca de alegria. Sonreí con superioridad mientras lo
veía y me acerque un paso esa vez, sin vacilaciones, pues tenía a la presa
donde quería. Todos los presentes en la sala gritaban eufóricos por lo que iba
a se sin lugar a dudas el final de la patética existencia de ese colmillitos.
Seguí observando al vampiro a mis pies
mientras él miraba con sus penetrantes ojos negros, aún agarrándose el
estomago, a su compañero, que conociendo como conocía a Jez, estaba a punto de
desintegrarse como el polvo.
Pero la estocada final no llego, y demasiado tarde me
di cuenta de que no iba a llegar.
Tentativamente mire por encima de mi
hombro, buscando con la mirada a los cazadores que nos rodeaban y vi que ya no
gritaban. Toda la sala había quedado acallada por la imagen que se escondía
detrás de mi. Eso no podía ser bueno.
-
¿Jez...? - empece a girarme lentamente,
mordiéndome el labio nerviosa, para saber lo que había pasado, pero de repente,
una fuerte mano salio disparada y me agarró por el hombro, para después, estamparme
contra la pared.
Gimotee por el golpe de mi cabeza contra
la pared y cerré los ojos con fuerza, viendo tras los parpados una intensa luz.
Un calor cálido cubrió mi cuerpo; era duro pero suave, como terciopelo sobre
acero, con un dulce aroma a bosque y a mar que no se me paso desapercibido. Lo
único que quería en ese momento era hacerme una bola y acurrucarme contra
aquella deliciosa esencia que me seducía para acallar el dolor. Abrí lentamente
mis ojos y parpadee para acostumbrarme a la luz.
¡Zas! Fue como si me lanzaran un cubo de
agua helada encima. Tenía al maldito vampiro de cabello negro pegado a mí. Una
fuerte mano me seguía sujetando con fuerza por el hombro mientras que la otra
estaba al lado mi pecho. Estaba atrapada. Sus ojos iban y venían del negro al
rojo mientras nos mirábamos y tenso la mandíbula.
-
Suéltame, ahora. - gruñí. Intenté
apartarme para poder mirar por encima de su hombro, pero el cabrón era una
cabeza más alto que yo y lo único que llegué a ver fue su fuerte clavícula.
Acercó sus labios a mi oído y susurro sin
llegar a tocarme:
-
No lo creo lobita mía. - se me heló la
sangre. Su voz denotaba una possessividad tan cruda que hizo que se me erizara
el vello de la nuca.
-
Yo. No. Soy. Tuya. - ladré enfatizando
cada palabra. Me estaba empezando a poner muy nerviosa.
Se presionó más contra mí hasta que ya
solo la ropa nos separaba. Solté un gritó ahogado al notar la presión de su
cuerpo contra el mío y lo mas extraño, una dureza contra mi vientre bajo. No
podía se que estubiera…
-
Por ahora loba – susurro lamiendose el labio
inferior –. Solo por ahora.
-
Y una mierda.
Intente zafarme de su agarre probando de
asestarle otra patada en una zona más baja, pero estábamos tan juntos que casi
no podía moverme. Entonces fue cuando lo oí: Jez soltó un chillido que desgarro
su voz y por un interminable momento temí lo peor. Sarah, que estaba al lado de
Luck cogió su mano horrorizada y me
busco desesperada, intentando trabar sus ojos con los mios.
<<Mierda, mierda, mierda...
¡malditos bastardos!>>
Tomé una profunda bocanada de aire para
aclarar mi mente y sin esperar más, saqué a Damon
y a Angel de sus fundas con un ágil
movimiento. Grité sus nombres con voz cargada de oscuridad y ellas
resplandecieron. Damon se llenó de
fuego y Angel adopto un tono azul
medianoche que refulgía bajo la luz de los fluorescentes.
Cuando me vio, el vampiro se aparto de mi
de un brinco antes de que le rajara la garganta con Damon. No le había alcanzado.
<<Mierda. - me recrimine.>>
Volví a atacar y casi le alcance en el
pecho. Casi. Se movio justo antes de que la daga llegara a rozarle el pecho.
Una vez más oí jadear a los demás
cazadores y me gire hacía Jez.
Si hacía unos segundos estaba para que me
ataran y me encerraran en algún lugar para no dejarme salir durante los
próximos tres o cuatro días, en ese momento iba a necesitar que se sercionaran
de que estaba muerta para no poder levantarme de la tumba y matarlo.
Jezabel estaba tumbada en el suelo con el
vampiro de pelo marrón encima suyo. La tenía pegada a él con una mano sujetando
su culo y la otra a la espalda. La camisa blanca había perdido un par de
botones por la acalorada pelea que habían mantenido, dejando a la vista el
sujetador azul que iba a juego con el mío. Su cabello estaba hecho una maraña
caramelo, desparramado sobre el suelo, mientras que sus hermosos ojos negros se
empañaban por las lágrimas contenidas.
Maldecí para mis adentros. Ella siempre
odiaría que un hombre la tocara, por muy sobrenatural que fuera, todos le
recordaban al bastardo de Lucian, el canalla con el que estaba obligada a
permanecer el resto de su vida como cazadora.
-
Vaya, Damian lo ha logrado. - susurro
triunfante el vampiro a mi espalda - ¿Que harás ahora lobita? - preguntó
petulante.
-
¡Maldito hijo de puta, suelta a mi
hermana o te juro que...!
Entonces Jez se retorció debajo de él,
empujándolo lejos de ella. Cuando lo tuvo suficientemente lejos, levantó una
pierna y clavo con fuerza la rodilla en el estomago de ese monstruo shupasangre.
Él gimió mientras Jez lo empujaba y lo obligó a tumbarse en el suelo. Ella se
puso a horcajadas sobre su pecho, inmovilizando con las rodillas y volvió a
levantar a Light, una de sus dagas gemelas. Miro por encima de su hombro y me
dedico una tímida sonrisa de disculpa.
Asintiendo con gesto brusco, me giré para
mirar a mi adversario y levanté las dagas de un modo que dejo demostrado que mi
control sobre las armas era extenso. Entonces la petulante voz de la directora
lo detuvo todo.
-
Jezabel Night, Liana Black, bajad
inmediatamente las armas. - no me hacía falta girarme para ver que no le
hicimos caso ninguna de las dos – Vuelvo a repetirlo, bajad las armas ya. Todos,
abandonad ahora mismo el salón. El castigo por desobedecer esta orden sera
sección de castigo extrema y expulsión inmediata.
La clase se lleno de murmullos mientras
todos se iban resignados, no estaban dispuestos a ser expulsados por unos
simples chupasangres. Por mucho que ellos también los desearan muertos.
-
Liana Dark. - cuando conseguí apartar los
ojos del vampiro para dirigirlos hacía ella, vi que sus fríos ojos azules se volvian
árticos.
-
Directora Cassandra. - espete con
amargura.
-
Creo haberte dado una orden. Cumplela. -
me ordeno.
La mire airada y con furia pero no
pareció que le importara.
-
Jezabel Night – sus fríos ojos se fijaron
en Jez. Mi lobo me advertía de que me interpusiera entre ellas para evitar que
le pasara nada a mi compañera, pero simplemente permanecí donde estaba. Jez no
apartó la vista de su presa en ningún momento – Eso iba también para usted… -la
miró fijamente y fruncio el entrecejo, haciendo que le apareciera una arruga en
la frente-. No, - negó con la cabeza, como si se lo hubiera pensado mejor,
mientras el movimiento hacía que se le desprendiera un mechón de cabello – ella
se queda y Damian también. Necesito hablar con los dos. - miró el pequeño reloj
plateado que colgaba de su muñeca – Y tu Liana, deberías ir al club, ya te
deben estar esperando.
-
No pienso marcharme sin ella. - le
aseguré, desafiandola con la mirada.
-
No creo recordar haber pedido su opinión
señorita Black. - replicó diplicente - Márchese o me veré obligada a tomar
medidas mas drásticas. Conociendo a tú madre, seguro que no le haría gracia que
te reportara y menos, cuando eres la sucesora de la familia Black.
-
¿¡Y qué dirá ella cuando se entere que en
una academia de cazadores hay dos asquerosas ratas?!
-
¡NO ME REPLIQUES Y SAL DE LA CLASE!
Le lancé mi mejor mirada asesina y cerré
con fuerza las manos en dos puños. Maldije por lo bajo y sin otra palabra más,
me fui.
Cuando me encontré fuera del edificio
escondí las dagas en sus fundas con una leve rotación de muñecas. Empecé a
andar, la rabia me carcomía por dentro y me hervía la sangre, hasta que ya no
pude más y le di un fuerte puñetazo al árbol a mi lado. La copa se sacudió y
unas cuantas hojas me cayeron encima como una lluvia verde.
<<Menudo curso me espera. Y menudo esfuerzo voy a tener que hacer para no
matar a esos cabrones. - me mire los nudillos y solté un largo y profundo
suspiro, otra herida estúpida en mi historial - Esto no puede ir peor>>
Comencé a andar y me dirigí al club,
pateando con fuerza todo lo que se me ponía por delante. A mitad de camino oí
una rama que se rompía detrás de mi y me giré para enfrentarme a quien me
seguía, pero cuando lo vi, me relaje. Era Alex. Iba con la cabeza gacha,
dejando que sus sedosos cabellos rojos ocultaran sus increíbles ojos de un azul
celeste que literalmente, le quitaba el hipo a mas de una... o uno. Tenía las
manos en los bolsillos delanteros y no parecía muy seguro de si debía acercarseme.
-
Lobita – se acercó a mi en tres largas
zancadas – tendrías que calmarte. Mira lo que te has hecho en la mano.
Solté una carcajada y miré mí mano. Había
una irregular mancha de sangre ya seca.
-
Estoy bien Al. No tiene importancia. - me
tendió el brazo mostrándome una deslumbrante sonrisa y me agarré a él.
Con un silencio cómodo envolviéndonos,
nos fuimos hacía el club. Mientras andábamos mire de reojo a Alex. Era alto,
con el cabello rojo – anaranjado- y la piel pálida, típica de los escoceses.
Los ojos grandes y del azul más claro y hermoso que solo se podría comparar con
el cielo. Tenia los rasgos marcados y una mandíbula fuerte, los hombros anchos,
la cadera estrecha y el vientre plano, pero no como algunos chicos que
simplemente están delgados, mas quisieran ellos estar como él, Alex era todo
músculo. Tenía los músculos del vientre marcados, pero no demasiado, el pecho
bien esculpido y los brazos bien definidos. En pocas palabras... estaba para
comérselo.
El único inconveniente; era gay. Sí, yo tampoco
me lo podía creer cunado me lo dijo. No es que tuviera nada contra ellos, ni
mucho menos. Simplemente me pillo desprevenida.
Alex y yo estábamos en mi habitación,
como cada tarde en la que Jez se iba con Mag a ver los caballos de mi establo.
Los dos teníamos doce años e íbamos a comenzar la secundaria en la academia de
Dark Moon, la escuela para aprender a ser un buen cazador de vampiros.
-
¿Lia?
-
Hmmm... - no aparte la vista de la
revista que estaba leyendo.
-
¿Te puedo contar un secreto? - deje de
leer la revista de moda y me incorpore en la cama para acabar sentada. Lo miré
con ojos inquisidores.
-
Claro.
Sus ojos azules me analizaron
-
¿Me prometes no contárselo a nadie? - me
pregunto solemne.
Asentí con la cabeza
-
Te lo prometo, pero déjame adivinar. – lo
pensé por unos instantes – Ya esta, ya lo se, ya no eres virgen. - asegure
rotundamente.
Primero me miro por unos segundos como si
le hubiera hablado en otro idioma, luego paso de estar en shock a incrédulo
-
¡¿Qué?! ¡No! ¡No es eso!
Me reí tanto que termine tumbada de
espalda en la cama agarrándome la barriga por el dolor. Alex me miraba con cara
de pocos amigos e indignado.
-
No tiene gracia. - se quejo poniendo cara
de corderito.
Eventualmente deje de reír pero estaba
jadeando para poder recuperar el aliento
-
Vale, lo siento - lo mire–. Pero es que
con la cara que me traías...
-
No tiene gracia Lia, lo digo muy enserio.
- sacudió su cabeza con impotencia
Mi rostro se volvió serio por su reacción
-
Alex, ¿que pasa?
Me baje de la cama para sentarme en el
suelo junto a él. Tenia la mirada clavada en el suelo con los labios fruncidos
en una mueca.
-
Es que... - comenzó
-
¿Que? ¿Que pasa?
-
Yo... - soltó un largo suspiro antes de
por fin fijar sus ojos en los míos. Tomo una bocanada de aire. - Soy gay.
Y eso fue todo.
Después de eso, me hizo jurar que no se
lo diría a nadie, mucho menos a sus padres, que al ser unos de los cazadores mas respetados y expertos
que había, no permitir ese tipo de gustos, demasiado aniñados. Pero cuando Jez
me contó que Magnus también era gay y que estaba loco por Alex, bueno,
simplemente le conté que él también lo era y que decir que Alex estaba loco por
Magnus era quedarse corta. Lo había
querido desde siempre. Me contó, que nada más verlo, le gusto. Irónico, pero
cierto.
-
Alex.
Me miró y sonrió.
-
¿Si?
-
¿A ti aún te gusta Magnus no? - paró en
seco y se me quedo mirando por unos segundos hasta que un rubor rosa le cubrió
la cara - ¡Lo sabía!
-
¡¿Qué?! ¡No!
-
Oh, ¡venga ya! - grité exasperada – Por
si no lo recuerdas nos conocemos desde críos y tú personalmente me
dijiste que estabas enamorado de él. ¡Dios! Es que hasta un ciego se daría
cuenta. ¡Un ciego! Mira lo que te digo.
Alex enrojeció hasta un punto
inimaginable y empezó a irse a toda prisa. Ver lo nervioso que se había puesto
me hizo reír sonoramente. Sacudí la cabeza y lo seguí, llegando a su altura en
unos segundos.
Llegamos al club en unos cinco minutos y
mire la inmensa estructura de madera del edificio. Alex se me quedo viendo con
las manos metidas en los bolsillos y cambiando su peso de un pie al otro.
-
Hmm... luego pasaré a buscarte – con un último
vistazo se giró y empezó a andar. No hubo dado ni seis pasos cuando se detuvo y
sin darse la vuelta susurro: - Tienes razón Lia, - soltó un sonoro suspiro – me
gusta Magnus. Más de lo que me gustaria admitir.
Lo miré con ternura. Al fin lo decía,
mantener eso en secreto solo le hacía daño.
-
No te gusta Al; lo amas. - no dijo nada
pero asintió disimuladamente y se fue.
Me aparté un mechón de pelo de la cara
cuando el viento lo soltó de mi coleta y mientras sonreía felizmente entre en
el pabellón.
En mitad de la sala se encontraban Jack,
Aarón, Sarah, Valeria, Morgana y William, sentados en el suelo, cada uno con su
arco, sus flechas preparadas y su quimono.
-
Ya era hora. - murmuro Jack cuando me
vio. Se levantó del suelo y me observó con cautela con sus infranqueables ojos
marrones. Cuando vio que estaba algo más calmada que hace una media hora, soltó
un suspiro, sacudió la cabeza, haciendo que su corto cabello marrón claro con
mechas lilas se ondeara y con un movimiento de cabeza le indico a los demás que
se levantaran.
Aarón ayudo a Sarah a levantarse y sonrió
mientras me guiñaba un ojo de un tono azul oscuro cubierto de sombra rosa
pálido.
-
Jefa, ¿podemos empezar? - me pregunto
mientras escondía un mechón de cabello rubio detrás de la oreja.
-
Ya hace mucho que tendríais que haber
empezado. ¡Preparaos! - cogí mi arco del soporte colgado en la pared y luego
saqué una de las flechas que colgaban en una cesta justo al lado.
Me coloque a unos metros de la dianas que
estaban en la pared opuesta, me posicione, levante mi arco con la flecha
preparada, tense la cuerda, miré fijamente el punto negro de la diana y
dispare. En el centro.
El pabellón se lleno de murmullos,
cuerdas siendo tensadas, el zaz de las flechas al soltarse de la cuerdal
y el clac de cuando las flechas
chocaban contra la diana.
Tiré otras seis veces intentando apaciguar la ira que
volvía a brotar y me carcomía poco a poco.
Después me dedique a corregir y observar
a los demás.
-
¡Morgana! Tienes que mantener el arco en
una posición que quede a de 30 grados respecto la curbatura de tu cuerpo - me
gire - ¡Jack!, concentrate en la diana, tres disparos más y puedes pasar a las
dianas del campo. -volví a mirar a otro de mis compañeros – Will, ayuda a
Valeria. ¡Por Dios! Y evita que se clave una flecha en el dedo por décima vez
en esta semana.
El pabellón se lleno de carcajadas y me
relaje un poco.
Media hora más tarde ordene a todos que
pararan y fui al trastero que había fuera por los arcos de tensación flexible.
Cogí los arcos de Jack, Sarah y el mío. Pero para los demás decidí coger unos
menos flexibles. Aún les faltaba práctica.
Salí del pequeño cuartucho oscuro y volví
con mis compañeros. Le entregue a cada uno su arco y les di ordenes precisas
para que realizaran bien las actividades.
Cuando todos estaban entretenidos con su
entrenamiento, volví al trastero para cerrar la puerta con llave.
Justo cuando la había cerrado oí el crac
de una rama al romperse y luego una risa entrecortada y ahogada. Al
principio no vi nada, pero luego me percate de que en la espesura de un árbol
unos intensos ojos rojos me observaban fijamente.
Aún sin llegar a ver el rostro de quien
me espiaba, solo había dos personas con los ojos como la sangre. Era uno de los
Montgromery.
Me lleva la mano a la corbata del
uniforme escolar y saqué una aguja dorada de un costura que le había echo. Le
di un leve beso, clave la mirada en el asqueroso, pero buenísimo vampiro y
lancé la aguja.
Espere unos segundos hasta que oí como
soltaba un gimoteo. Perfecto, le había dado.
Me di la vuelta para marcharme pero una
mano me agarro por el cuello y quedé pegada a la pared.
-
No me cabrees lobita. - hablaba con los
dientes apretados. Una pequeña mancha carmesí le ensuciaba el hombro de la
camisa - No sabes con quien te estas metiendo. - me observó con ojos negros
llameantes – Me has pillado por sorpresa pero no volverá a pasar.
-
Me estoy metiendo con un repulsivo
vampiro, ¡hijo del cabrón que asesino a mi hermano!
-
¿No has podido pensar que yo no soy como
él?
-
Vete al infierno.
-
No te preocupes lobita, iré con mucho
gusto. - acerco su nariz a mi cuello y me olio suavemente – Pero tú vendrás
conmigo. - me besó fugazmente el cuello y al segundo siguiente caí al suelo
temblando de ira.
Se había marchado.
<<La
próxima vez le voy a clavar una daga en el corazón y se lo voy a arrancar, pero
le dejaré la daga bien clavada en tu cuerpo para que no vuelvas a la vida como
un ser aún más repugnante.>>
Cuando me sentí lo suficientemente fuerte
como para que mis piernas me sostuvieran volví con los demás, intentando
apasiguar la furia de mi lobo.
Las dos horas siguientes pasaron volando
y antes de que me diera cuenta todos estábamos dejando los arcos en sus sitios
y Alex me esperaba paciente en el umbral de la puerta con el móvil en la mano
enviando mensajes.
Me acerque a el y le rodee el cuello con
los brazos.
-
Hola guapo.
-
Hola guapa. - me paso los brazos por la
cintura – ¿Nos vamos? - asentí y me aparte con una sonrisa tironeando en mis
labios - ¿Que vas ha hacer?
-
Voy a ver si Jez ya ha acabado, tiene una
ceremonia de aquí un tiempo y me dijo que a lo mejor, se iban a alargar las
prácticas. Si ya ha acabado la vamos a buscar. ¡Rubí, libera mi alma!
Una fina pantalla apareció delante de
nosotros y lo que vi en el holograma me cerró el estomago. Alex contuvo el aliento
y cuando mi cerebro registró lo que estaba pasando ante mis ojos, maldije y
grite el nombre de mi compañera mientras empezaba a correr seguida por Alex.
-
¡¿Donde esta Magnus?!
-
¡Tiene que estar cerca de la torre!
-
¿¡Y a que esperas?! Llámale o haz algo,
pero avisale de que Jez corre peligro.
Con dedos rápidos llamo a Magnus y se
puso a gritarle que entrara en la torre norte y que apartara a uno de los
Montgromery de mi hermana. Cerró el móvil con un golpe seco y haciendo un
esfuerzo enorme corrimos el doble de rápido de lo que nunca habíamos corrido.
Cuando llegamos solté un jadeo mientras
el lobo en mi interior se preparaba para la cacería que le esperaba. Seguí
corriendo, con Alex a mi espalda siguiendo mis pasos y cuando llegamos a la
cima, se me rompió el corazón. Jez estaba llorando mientras Magnus le susurraba
al oído palabras tranquilizadoras. Mi hermana temblaba descontrolada-mente,
mientras se agarraba a Mag como si de su única salvación se tratara.
-
Jez... - me acerque a ella y Magnus me
cedió el sitio. La abracé con fuerza. - Ya esta, ya se ha ido, no permitiré que
te vuelva a tocar.
-
Creo que tendremos eso muy difícil Lia.
Soy su guardiana, tengo que cerciorarme de que nadie lo dañe.
-
¡¿Y quien te cuida a ti?! La directora
conoce tu pasado y lo que ocurrió. ¡¿O es que ya no recuerda lo que paso con
Lucian?!
Jezabel se estremeció entre mis brazos y
me di cuenta demasiado tarde que acababa de joderlo todo. Empezó a sacudirse
con violencia para soltarse mientras el felino que llevaba dentro se levantaba
para protegerla del dolor.
Se levantó y agarró a “Dark”. La daga refulgió con un
tono oscuro y su mirada se volvió trémula. Nebulosa y vacía. La espada del
demonio le acababa de arrancar el alma.
-
¿Jez?
-
Ella lo sabe. - me miró – Sabe lo que
paso Liana. ¡Todo el mundo lo sabe! - ahogo un sollozo – Pero nadie me quiso
escuchar. Y ahora me piden que proteja a un asqueroso vampiro que ha estado a
punto de...
-
No le dejare. Nadie te volverá ha hacer
daño. No mientras yo siga con vida.
-
No me pienso arriesgar Liana. Esta vez
ganare yo.
Salió corriendo hacia las escaleras y las
bajo a toda velocidad.
-
¡No!
Baje corriendo para alcanzarla. Cuando
salí de la torre la vi para mirando algo en la lejanía.
Se giro para mirarme y levanto la daga
para apuntar algo.
-
Hermanita... lo quiero muerto. - me dijo
con su tono de voz suplicante como cuando quería que le consiguiera algo.
Clave la vista en lo que señalaba y
agudice la vista. El aire quedo atrapado en mis pulmones. Era uno de los
Montgromery, pero no el que pesaba que ella quería ver muerto. Ese no era
Damian. Era Ash.
-
No.
Clavo sus ojos en los míos.
-
¿No lo quieres matar? ¿No quieres vengar
a tu hermano? - me instó.
-
Si que quiero Jez. Pero esta no es la
manera y tu lo sabes. Cassandra te...
Aparto la mirada de mi y ronroneo cuando
vio que Ash estaba lo suficientemente cerca de ella. Saltó sobre él y mi cuerpo
se movió por inercia. Me plante delante de ellos dos y le di un puñetazo en el
estomago a Jezabel, dejándola inconsciente. Soltó un chillido desgarrador, la
espada del demonio tuitilo, fundiendo su luz en la nada y Jez se desplomó.
Ash me miro sorprendido y difícilmente
pudo evitar que se le dibujara una media sonrisa con algo parecido a la
sorpresa y la gratitud.
-
¿Me has salvado?
-
No, -escupí las palabras velozmente – he
salvado a mi hermana.
-
Igualmente gracias lobita. Te debo una.
-
Pues me la cobrare ahora. - me miro
sorprendido – Mantén tus garras lejos de mi.
Cogí a Jezabel en mis brazos y me marche
de allí sin volver la vista atrás.
Aunque antes de irme me pareció oír como
Ash murmuraba: ya veremos si mi hermano opina lo mismo.
No le di importancia y seguí andando y
entonces caí en la cuenta de lo que habían significado sus palabras... le había
dicho que se alejara de mí, pero se me había olvidado proteger a Jez. Me giré
en su dirección, dispuesta a cambiar el favor, pero él ya no estaba y una
sensación extraña se apoderó de todo mí cuerpo. La había vuelto a cagar.
Cuando pase cerca de Magnus y Alex,
consternada por mi estupidez, susurre enfurecida pero con cariño:
-
Moved vuestros traseros parejita.
Me siguieron mientras el rostro de Alex
adoptaba un tono más rojo de lo normal.
Unos minutos más tarde parada delante de
la puerta de la habitación, me despedí secamente de los dos y entré cerrando la
puerta con llave.
Acosté a Jezabel en su cama y le acaricié
la mejilla dulcemente.
-
Te lo juro hermanita. No te volveré a
dejar en brazos de alguien como Lucian.
Bese su mejilla y salí por la ventana
hasta llegar al tejado. Me senté y mire la luna mientras intentaba frenar mi
corazón que latía frenético por los recientes acontecimientos. No iba a permitir
que le rompieran el corazón, antes tendrian que matarme.
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