domingo, 27 de octubre de 2013

Capitulo 6. EMPIEZA LA REVOLUCIÓN


6


EMPIEZA LA REVOLUCIÓN



Liana


Siete y media. Faltan veinte minutos para que empezen las clases. Nuevamente, me volví en redondo para mirar a Jez. Seguía durmiendo a pierna suelta, con la cabeza hundida en la almohada, la colcha subida hasta arriba, dejando entrever solo su coronilla. Solté una retaría de insultos con los dientes apretados, era normal que estuviera tan cansada, ya que Dark funcionaba mediante energía vital.

  • Jez, despierta.

Nada. Ni un solo movimiento. Ni un quejido como otras mañanas. Simplemente nada. Silencio, y el silencio a mí no me gustaba nada.

  • Jez levanta. - probé con mas ganas.

Otra vez nada.

  • Ya esta bien. - solté enfadada. Cogí aire hasta llenar mis pulmones. - ¡Despierta maldita gata del diablo!

Jezabel abrió los ojos de golpe y salto de la cama. Sí, saltó. Literalmente. Del susto brincó tan fuerte que se cayó de la cama y aterrizó con el culo en el suelo. Miro alrededor alterada. Con los ojos muy abiertos, pasó la mirada por mí un par de veces hasta que simplemente se paro. Sus ojos estaban trémulos y nublados por el sueño. Parpadeo unas cuantas veces hasta acostumbrarse a la luz de la mañana y enfocar la vista. Me miro. Primero con indiferencia, luego con sorpresa y al final con rabia.

  • ¡¿Pero se puede saber que coño te pasa?! - flexionó las piernas y con una mano apoyada en el suelo se impulso para levantarse. Se enderezó y se quitó el polvo del pijama - Maldita loba loca. - refunfuño con los dientes apretados.

Resople frustrada y volví a calvar la vista en el reloj. Ocho menos cuarto. Faltaba quince minutos para la primera clase con la profesora de matemáticas la Sra. Forest. Escupí unas cuantas palabrotas en voz baja y agarre el reloj.

  • ¿Que me pasa? Yo te diré que me pasa. Tu, eres lo que me pasa.

Le estampe el reloj en las narices para que lo viera bien. Lo miro frunciendo el entrecejo mientras se frotaba la barbilla pensativa.

  • Así no veo.

Me lo quito de las manos y después de mandarme una mirada de advertencia, lo miro.

Frunció el entrecejo como sospesando lo que estaba viendo. Puede que fuera una lumbrera, pero a esas horas de la mañana tenia la cabeza con un cartel de “fuera de servició”. Al cabo de unos segundos sus ojos se salieron de órbita y soltó un grito ahogado. Tiro el reloj encima de la cama y salio corriendo a por el uniforme.

  • ¡Aleluya! - levante las manos al aire.
  • Maldita sea Liana. ¿¡Por que demonios no me has despertado antes!? –bramó cabreándose más a cada segundo que pasaba.

¿Estaba de broma? No podía hablar en serio.

  • ¿Me tomas el pelo?
  • ¿Te piensas que a estas horas estoy para bromas? ¿Por que no me has despertado?

Noté un tic nervioso en el ojo derecho y contuve un gruñido de rabia.

  • Pero si lo he estado haciendo. Lo que no me has hecho ni puñetero caso. ¡Hasta me has arañado! - me levante la manga de la camisa para enseñarle las marcas que me había hecho.

Resoplo y bufó cabreada sin siquiera mirarme, hizo un gesto desdeñoso con la mano y sin otra palabra mas que una lista de insultos y maldiciones que habrían hecho llorar a una piedra, porque no eran palabras típicas en su boca; se metió en el baño.


Ash


Oscile mi mirada entre el reloj y Damian. Las siete y media. Él seguía con la cabeza escondida debajo de la almohada y estaba cubierto hasta arriba con el edredón sin dejar ni ver un solo pelo.

Bufé frustrado. Después de volver de estudiar los alrededores de esta maldita cárcel, repleta de un centenar de personas potencialmente preparadas para clavarme una daga en el pecho y arrancarme el corazón, había vuelto a la habitación para encontrarme a un Damian realmente deprimido y enfadado. Las luces habían estado apagadas y por las ventanas entraba una suave brisa invernal. Las ramas de los arboles se mecían y rozaban las paredes como queriendo entrar, mientras las hojas se sacudían y resonaban en la noche bajo la mirada iridiscente de la luna que se asomaba de entre las nubes.

Me había acercado y le había preguntado que le pasaba. El resultado: un ronco gruñido de advertencia para que lo dejara en paz. Pero los dos sabíamos que acabaría enterándome. Siempre lo hacía.

Volví a bufar impaciente.

  • Damian, levanta, llegaremos tarde.

Soltó un bufido mezclado con un gruñido. Se revolvió un poco debajo de las sabanas y volvió a quedarse quieto.

Volví a mirar el reloj con el ceño fruncido. Ocho menos veinte. Vale, se acabo. Ya estaba harto.

Me acerque al borde de la cama a grandes zancadas, lo mire por otros tres segundos, agarre el colchón por el borde y lo volqué. Damian gritó sorprendido y cayo al suelo con el colchón encima suyo. Pasaron pocos segundos antes de que lo mandara volando de una fuerte patada al otro lado de la habitación. Se sentó y me miro con ira. Sus normalmente ojos marrones se empezaron a teñir de rojos. Me mostró los dientes en advertencia y un gruñido bajo y amenazante resonó en su pecho. Joder, aún estaba cabreado.

  • ¿Dejaras de montar un drama y moverás tu patético culo del suelo de una maldita vez? - le dije con los dientes apretados.
  • ¿Quien coño me ha mandado al suelo en primer lugar pedazo de asno?
  • Vaya, - me burlé – vas mejorando. Al principio pareces un santo, pero me encanta tu vocabulario.
  • Cierra la puta boca Ash.
  • Y tu muévete o te obligare.
  • ¿Quieres pelea? - gruño.

Exploté. Simplemente exploté. Estaba cansado de este maldito melodrama y nunca me había sentido atraído por las muestras de autocompasión.

Rugí y me lance contra él. Parpadeó sorprendido mientras caía sobre de él y lo clave al suelo con un golpe sordo. Me senté a horcajadas sobre su torso y lo agarré por los brazos, aprisionándolo. Le mostré los dientes cabreado y gruñí.

Nos miramos por unos instantes, midiéndonos. Ambos eramos fuertes, pero la astucia era algo que iba más con Damian y la velocidad conmigo. Al final una sonrisa tironeó de la comisura de su boca.

  • ¿Has acabado?

Resople cansado, le mostré por última vez los colmillos y me levante. Le tendí la mano y cuando la agarro lo ayude a levantarse. Ya tenia una pequeña sonrisa en los labios.

  • Me alegra que verme cabreado te resulte tan divertido.
  • Tienes ese efecto en mí. - se mofó.
  • Maldita sea. - me pase las manos por el cabello dos veces y lo volví a mirar - ¿Quieres hacer el favor de alistarte?
  • Vale, vale. - agarro sus pantalones de la silla que había en su escritorio. -¿Que hora es?
  • ¿Estas de broma?
  • ¿Que pasa? - me miro frunciendo el ceño.

Maldije entre dientes y agarre el despertador. Se lo lance y él lo agarró al vuelo. Lo miro. Sus ojos salieron disparados, alternando entre yo y el reloj, como si estuviera presenciando un partido de tenis realizado por vampiros.

  • ¿¡Las siete menos cuarto?! - aulló.
  • Ya te he dicho que te levantaras.
  • Me cagó en la leche. Llegaremos tarde. - maldijo mientras se metía en el baño.

Miré la puerta y resople. Me senté en la cama para esperarlo. Aburrido empece a mirar la habitación. Todo estaba sumido en un orden demasiado subreal. Paredes azules medianoche, suelos de madera pulida, dos ventanales con vistas al bosque, cubiertas por pesadas cortinas a rallas doradas y grises, dos camas de soltero en un lado con mesillas de noche. Como único modo de separación, una enorme cortina roja colgaba del techo. Cerca de la puerta, una mesa de roble se alzaba con dos sillas giratorias. Sobre ella había nuestros portátiles, unos cuantos libros y bolígrafos abiertos.

Gruñendo me acerque a la mesa y miré fijamente lo que había estado haciendo Damian hasta las tantas. Mucho antes de que yo llegara, claro. Se trataba de un boceto de una de las torres de la academia. En el dibujo, se veía una sombra de largo pelo castaño y solté un gruñido al entender que se trataba de una de las cazadoras. La más débil de las dos.

La puerta del baño se abrió y antes de que Damian saliera, volví a dejar el boceto sobre la mesa. Lo mire por unos instantes y me fui directo hacia la puerta. El significado de ese dibujo se lo iba a preguntar más tarde.

Jezabel


Dolor. Eso era lo que sentía. Tenia el estomago contraído y adolorido. Liana me explico lo que había pasado con los Montgromery, mientras caminábamos por los pasillos. Yo lo recordaba. Pero oírlo de su propia boca lo hizo más real. Más auténtico.

Caminamos por los largos pasillos de la secundaria hacia la clase de matemáticas de la Sra.Forest. Íbamos con el tiempo justo para llegar antes de que sonara la campana, si no se nos presentaba ningún inconveniente. Giramos la esquina y vi al demonio de mis pesadillas. Damian Montgromery estaba al otro lado del pasillo junto a su hermano, Ash Montgromery. Los dos esperaban a alguien al lado de la puerta de clase. Despreocupados, estaban apoyados en la pared hablando y saludando a algunas alumnas humanas que pasaban por allí. Mire a Damian. Llevaba el uniforme de una manera solemne. Le quedaba como un guante. Camisa ceñida blanca, con los dos primeros botones desabrochados, dejando a la vista una piel pálida sin vello, pantalones negros un poco caídos en la cintura y chaqueta –de cuero–, en la que habían bordado el escudo de armas de la academia.

Si no se hubiera tratado de un vampiro, se me habría caído la baba. Parecía un tozo de chocolate. Dulce chocolate... mmm… y el chocolate era una de las cosas que más amaba en el mundo.

Ellos también nos vieron, y en el rostro de ambos hermanos se dibujo una sonrisa sarcástica y un leve brillo salvaje brillo en lo profundo de sus pupilas.

Tragué saliva en seco y miré a Liana, quien estaba mirando fijamente a Ash, como si quisiera matarlo. Había prometido que no se acercaría a ella, pero durante la promesa se había olvidado de mencionarme y yo estaba a merced de ambos hermanos. ¡Yupi!. Eso la tenía muy cabreada, casi como si se tratara de una loba encerrada en una jaula, a la vista de horripilantes seres.

Lia taladró con su mirada a ambos chupasangres y las chispas saltaron por los aires –metaforicamente hablando–. Existía un odio palpable entre ella y el chico de pelo azabache.

Damian me miró con lacsividad y un escalofrío me recorrió la espalda. Se acordaba tan bien como yo de lo que había ocurrido en la torre… y eso no era nada bueno, porque en cualquier momento podría volver a intentarlo y Lia no llegaría a tiempo para salvarme. Empalidecí mientras lo miraba y Liana se dio cuenta de que algo no iba bien, así que dejo de lado a Ash y centró toda su atención en Damian. Estudiándolo sin pestañear. Casi era capaz de ver el mecanismo de su cabeza dando vueltas, diseñando el mejor plan para matarlo sin que la directora se diera cuenta.

Tragué en seco otra vez y Lia me apretó el brazo, dándome fuerza para que no me desmayara allí mismo (bien capaz habría sido). El silencio se había apoderado de todo. Alumnos, tanto mortales como cazadores, contemplaban la escena épica que se estaba desarrollando delante de sus narices, con la boca abierta, sin poder creer que las estudiantes más “aplicadas” del centro estuvieran armando pleito tan entrada la madrugada. Entonces una voz grave pero adorable rompió el silencio.

  • ¡Lia! ¡Jez! ¡Os estabamos buscando!

Me giré en redondo, mientras una sonrisa afloraba en mis labios y corrí hacia Magnus, rozando con el pelo, la mano que Damian había extendido en mi dirección sin que me diera cuenta.

  • ¡Mag! –grité alegremente, mientras me lanzaba a sus brazos. Me hizo dar un par de vueltas como si fuera su princesa y me beso la coronilla.
  • Hola preciosa.

Magnus me bajó, pero no llegué a tocar el suelo, porque hizo que mis pies quedaran sobre los suyos y no pude evitar echarme a reír. Llevaba haciendo eso desde que había dado el estirón, pasando de mentr sesenta a metro noventa. Lo quería mucho.

Damian, detrás de nosotros soltó un siseo y apretó los puños con fuerza. Mis ojos quedaron anclados a los suyos y contuve un gemido.

  • Sueltala… -siseó Damian entre dientes, apretando aún más los puños.

Magnus lo miró amenazadoramente mientras me apretaba más contra su musculoso cuerpo. Con sarcasmo comentó:

  • ¿Me estas dando una orden, chupasangre?

Los ojos del vampiro destellaron con un rojo malvado. El aire se volvió más tenso y miré fijamente a Damian. ¿Eran celos lo que detectaba en su voz?



Liana

Miré fijamente a Ash, estudiando la mejor forma de matarlo sin que la directora se enterara, cuando de repente noté una mano fuerte y cálida rodearme la cintura. Gire la cabeza hacía atrás y vi que era Alex que me tenía rodeada entre sus musculosos brazos. Sonreí hacía él cuando me miro. Me devolvió la sonrisa pero rápidamente paso su atención al vampiro que teníamos al lado, el cual nos miraba con mala cara. Si antes la tensión era extrema, en ese momento se había vuelto cortante. Miré fijamente a Ash y tuve que contener un gemido. El condenado llevaba el uniforme de una forma sexy y provocativa, como incitando a que las chicas se le acercaran. Así podría lograr tener muchas presas y por que no, también suministradoras de sangre.

Fruncí el ceño y Alex me apretó contra él fuertemente, marcándome como propia, cosa que hizo que en el rostro de Ash se formaran unas arrugas de ira. Me giré un poco para vigilar a Jez y suspiré tranquila. Estaba en brazos de Magnus, y este estaba discutiendo con… ¿Damian? Que más daba, si Jez estaba segura, entonces yo podía preocuparme por otras cosas.

Volví mi atención hacía Ash y cuando abrí la boca para soltarle un par de insultos, una voz cantarina y aguda nos perforó los oídos. Ash hizo una mueca, pero siguió mirándome y yo le devolví la mirada. No iba a ser menos en su estúpido juego.

Una joven, de unos veinte o veintiún años, de pelo rojo escarlata, ojos verdes como el jade, pestañas tupidas, tes inmaculada de pómulos altos, nariz aguileña y labios carnosos se detuvo a mí lado, y con sus escrupulosos ojos, miró atentamente la escena que se estaba desarrollando en mitad del pasillo. La señorita Forest movió alegremente su larga falda negra y se arreglo el escote de la camisa blanca. La sonrisillas –como la llamábamos todos- acababa de entrar en escena.

  • Vaya –musitó, alargando un poco las vocales, como si acabara de beber un buen sorbo de bourbon- ¿Pasa algo?

Miré alternativamente lo que nos rodeaba e hice una mueca. Si que pasaba algo, miles de pares de ojos estaban clavados en nosotros, estudiando todos y cada uno de nuestros movimientos. Mag y Damian seguían en su mundo, gritándose blasfemias y gesticulando mucho. Jez los miraba fijamente, entre ambos, recibiendo la peor parte, pues ella era el centro de esa disputa; algo que odiaba.

Suspiré frustrada y empecé a negar con la cabeza, pero Jez se me adelantó y su dulce, pero asustada voz llenó el pasillo.

  • Va todo bien señorita, solo estabamos… -calló momentaneamente y me miró como buscando las palabras adecuadas- charlando con nuestros compañeros. Teníamos que planear la visita guiada de los nuevos.
  • ¡Ah! Entiendo, señorita Night. Por favor –se olvidó de nosotros y centró su atención en los otros alumnos –por favor alumnos, id entrando en clase, hace dos minutos que tendría que haber pasado lista.

Entró y todos la siguieron, como patitos siguiendo a su madre. Los últimos en entrar fuimos nosotros, que nos miramos una última vez, como intentando descifrar los puntos débiles de los otros. Tomé a Jez de la mano y lanzándole una mirada desafiadora a los chicos, entré, seguida de cerca por Mag y Alex.

Guie a Jez hasta nuestro sitio, sintiéndome observada. Suspiré frustrada. Malditos curiosos. Jez y yo nos sentamos y Alex y Mag delante de nosotras, sin apartar la mirada del frente, vigilando a los dos vampiros, que seguían al lado de la Sra. Forest delante de la pizarra, escudriñándonos con sus penetrantes ojos. Di un respingo al notar la cabeza de Jez sobre mi hombro, pero al calmarme, hice lo mismo, pero depositando la mía sobre su coronilla, susurrándole palabras tranquilizadoras.

  • Bien –empezó la sonrisillas –hoy tenemos a dos alumnos nuevos. Ash y Damian Montgromery, ambos procedentes de… ¿Rumania? Oh, bonito lugar, estuve allí hace unos años, impartiendo clase ¿No conocereis a la señorita Amatist, verdad? –ambos jóvenes negaron con la cabeza y el rostro de la sonrisillas perdió por primera vez, un poco de alegría, pero la recuperó casi de inmediato -. Bueno, no importa. Al ser nuevos, no debéis conocer a nadie, por eso, haremos un cambio de sitios.

Cogió una tiza y empezó a apuntar la nueva distribución. Jez contuvo un chillido y yo no me atreví a mirar lo que sabía que acababa de ocurrir. Iba a matar a Josefin Forest por esto. Cada una de las dos, iba a sentarse con uno de los Montgromery.



Damian


Y allí estaba yo, sentado con mí gata salvaje, mirándola fijamente. Que bella era… que inocente pero a la vez explosiva. La miré de reojo, mientras ella miraba atentamente a su amiga, quien no dejaba de mirarme como si me fuera a despellejar vivo. Que tentador. Sus salvadores estaban sentados en la otra punta de la clase, mandándose miradas incomodas, como si notaran los sentimientos de sus chicas. Que idiotas eran, y más, cuando se las quitásemos.

Sonreí dulcemente y miré a Jezabel, quien, notando que la miraba, empezó a temblar. Un dulce y embriagador aroma llegó a mis fosas nasales. El aroma del miedo y algo más… algo más oscuro y tentador.

La señorita Forest nos pidió que sacásemos los libros, y como aún no los tenía, toque levemente a Jezabel, haciendo que todos los que miraban en nuestra dirección contuvieran el aliento. Todos los músculos del delgado cuerpo de la joven se contrajeron, y pude jurar, oír como su compañera soltaba un gruñido ronco y profundo. Según me había contado Ash, ella tenía el alma de una loba mientras que mi gatita, la de una pantera. Ambas almas, arrancadas de cuerpos moribundos e implantadas en cuerpos aptos para cazar.

  • ¿Me dejarías ver los libros, gatita? –susurré, con la voz teñida de burla –Soy nuevo, así que… -le rocé el brazo con las yemas de los dedos y contuve un ronroneo. Que suave y delicada era –como bien podrás imaginar, aún no tengo los libros.

Tragó en seco y arrastró los libros sobre la mesa, hasta situarlo entre ambos. Me miró fijamente y en sus ojos, negros como la turmalina, pude ver un destello de ira. Solo un destello efímero, que se desvaneció y se volvió un miedo atroz.

  • Cl… claro… -susurró, conteniendo unas pálidas lágrimas.

Me iba a divertir mucho con este nuevo juguete. Tras dejar bien claro que no quería ni mirarme –volviendo la vista hacia el frente – una mano dorada y fina se extendió hacia su dirección. Liana le tomó la mano a Jezabel, a escondidas de la profesora y la miró a los ojos, como enfundándole coraje. Patético.

<<Hermano, tendrías que controlar un poco a esa loba –murmuré cabreado en la cabeza de Ash –me está quitando el placer de asustar a esta gatita sin zarpas>>.

<<Controla tú a la tuya, so asno, es ella la que me esta quitando la atención de mi lobita>>

<<Sí, como no, échale la culpa a mi gata –bufé enfadado, crispando las manos en dos puños, capaces de romper cualquier cosa>>

<<Contrólate. Al menos Jezabel –pensó su nombre con íronia- ella te ha hablado, mientras que Liana pasa olímpicamente de mí. Ya me ha aplastado suficiente el ego como para que tú empieces un debate mental>>

Iba a contestarle, cuando de repente, una voz chillona que había empezado a odiar con todas mis fuerzas, me desvinculo de la mente de mi hermano.

  • Damian Montgromery, creo recordar que la pizarra está delante de usted, no al lado. Por favor, levántese y venga a resolver este ejercicio.

Me levanté con un ágil movimiento, que hizo suspirar a más de una y uno, y fui al pizarrón, donde me esperaba mí peor pesadilla: álgebra.



Alex


La clase estaba a punto de acabar, pero estaba inquieto, como presenciando que algo malo iba a contecer. Miré nuevamente a Magnus, quien se sentaba unas fileras por delante de mí y solté un leve gemido de frustración. Fue una cosa tan mínima, que ni Amanda, mi nueva y tonta compañera, se percato de ello. Amanda, quien no dejaba de mirar con sus penetrantes ojos dorados a Jane, su pareja, no se movió ni un ápice, y eso me hizo sonreír. Si, yo me sentía igual o peor.

El timbre sonó tan estridente como siempre, y vi como mis chicas se levantaban. Jez escopeteada, pero igualmente, de forma elegante y grácil; como si se encontrara sentada cerca del mismísimo diablo –cosa que no dudaba- y Lia lentamente, como siempre, haciendo perfectamente su papel de chica dura. Se acercó a Jez y le tomó de la mano nuevamente, pero entonces ocurrió algo: Damian, agarró la otra mano de Jez, cosa que hizo que su rostro empalideciera. Las vi tragar a las dos, a la vez, y la cólera que había estado conteniendo Lia explotó. Explotó sin más, como un volcán.

  • No te lo volveré a repetir, ¡NO TOQUES A MI HERMANA!
  • No sabia que fuera de tu propiedad –dijo como si nada, sin inmutarse por el brillo asesino que hacía que los ojos de Liana adoptaran un tono más oscuro.

<<Mal hecho chupasangre –pensé un poco más incómodo de lo normal>>.

Todos se quedaron mirando fijamente la épica escena que se desarrollaba delante de sus narices y yo, sumido en un silencio sepulcral, fui directamente a la guerra. Magnus se me unió, mirándolo todo tan perturbado como yo.



Magnus


Nos acercamos a las chicas y con fuerza, hice que el chupasangre soltara el brazo de Jez, quien me miró agradecida. La puse detrás de mi.

  • No vuelvas a tocarla. A ninguna de las dos, y tu tampoco chulito – dije mirando al otro - son nuestras.
  • No, no, puede que sean vuestras, pero las perderéis, pronto os las quitaré.
  • Mira, imbécil, no son de nadie, pero si lo fueran, no serían vuestras, así que no vuelvas a tocarlas, ninguno de los dos.

La tensión volvió a aparecer en escena, siendo más cortante y afilada que al principio.

  • Magnus… cálmate… -Alex me miró con sus imponentes ojos verdes, como implorándome piedad.
  • No Alex, tú, al igual que yo, y todos los que están en esta maldita sala, has visto y saben, lo que le ha hecho este gilipollas a Jez ¡Por Dios! Ni su ex era tan imbécil.

La sola mención de Lucian hizo que todos enmudeciéramos unos segundos, al menos los cazadores, pero retomé el hilo de la conversación con más fuerza. Usando palabras más duras, frías y cortantes.

  • Deberíais estar bajo tierra y no sobre ella. El mundo no necesita más canallas de vuestra estirpe, solo sois una plaga. ¡Una puta plaga que yo mismo exterminaré de la faz de la Tierra!
  • Magnus, cálmate –volvió a insistir Alex.
  • ¡No voy a calmarme Alex!

Y entonces me beso. Me beso de verdad, me agarró de la solapa de la camisa y pego sus labios a los míos, metiendo su lengua en mi boca y haciendo que todo lo que nos rodeaba se sumiera en un silencio sepulcral. Abrí los ojos de par en para pero nada más que ese beso importaba ya. Lo agarré por las caderas, y olvidando que estaba rodeado tanto por cazadores como por humanos, le devolví el beso, quedándome con ganas de más cuando se apartó, rojo y jadeante.

Todo estaba sumido en un silenció extremo, cosa que hizo que el rostro de Alex se sonrojara más, me tomara de la mano y saliera de clase corriendo, evitando mirara a la gente que nos miraba con admiración y vergüenza.



Cazadoras


Ambas nos miramos fijamente sin poder creer lo que acababa de ocurrir.

Liana y Jezabel estaban con la boca literalmente abierta.

  • ¿Eso ha sido…? –empezó Liana.
  • ¿… lo que creo que ha sido? –acabó Jezabel, con el mismo tono de incredulidad.

Ambas se miraron a los ojos y sonriendo como dos bobas y sin hacer caso a los dos chicos vampiros que las miraban perplejos, gritaron al unísono:

  • ¡YA ERA HORA!

Toda la clase se llenó de carcajadas, vítores, silbidos y demás, y la tensión que había estado reinando hasta hacía apenas unos segundos, quedo olvidada. Al menos, por el momento.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Capítulo 5. AMOR SECRETO II


5

 

AMOR SECRETO II

 

 

 

 

 

Liana

 

El vampiro cayó a mis pies soltando un gimoteo y se retorció por la patada que le había dado en el estomago.

Estaba doblado sobre si mismo, arrodillado en el suelo y con el rostro crispado en una muecta de dolor, que podría haber dado lástima, pero que a mí me volvia loca de alegria. Sonreí con superioridad mientras lo veía y me acerque un paso esa vez, sin vacilaciones, pues tenía a la presa donde quería. Todos los presentes en la sala gritaban eufóricos por lo que iba a se sin lugar a dudas el final de la patética existencia de ese colmillitos.

Seguí observando al vampiro a mis pies mientras él miraba con sus penetrantes ojos negros, aún agarrándose el estomago, a su compañero, que conociendo como conocía a Jez, estaba a punto de desintegrarse como el polvo.

Pero la estocada final no llego, y demasiado tarde me di cuenta de que no iba a llegar.

Tentativamente mire por encima de mi hombro, buscando con la mirada a los cazadores que nos rodeaban y vi que ya no gritaban. Toda la sala había quedado acallada por la imagen que se escondía detrás de mi. Eso no podía ser bueno.

-        ¿Jez...? - empece a girarme lentamente, mordiéndome el labio nerviosa, para saber lo que había pasado, pero de repente, una fuerte mano salio disparada y me agarró por el hombro, para después, estamparme contra la pared.

Gimotee por el golpe de mi cabeza contra la pared y cerré los ojos con fuerza, viendo tras los parpados una intensa luz. Un calor cálido cubrió mi cuerpo; era duro pero suave, como terciopelo sobre acero, con un dulce aroma a bosque y a mar que no se me paso desapercibido. Lo único que quería en ese momento era hacerme una bola y acurrucarme contra aquella deliciosa esencia que me seducía para acallar el dolor. Abrí lentamente mis ojos y parpadee para acostumbrarme a la luz.

¡Zas! Fue como si me lanzaran un cubo de agua helada encima. Tenía al maldito vampiro de cabello negro pegado a mí. Una fuerte mano me seguía sujetando con fuerza por el hombro mientras que la otra estaba al lado mi pecho. Estaba atrapada. Sus ojos iban y venían del negro al rojo mientras nos mirábamos y tenso la mandíbula.

-        Suéltame, ahora. - gruñí. Intenté apartarme para poder mirar por encima de su hombro, pero el cabrón era una cabeza más alto que yo y lo único que llegué a ver fue su fuerte clavícula.

Acercó sus labios a mi oído y susurro sin llegar a tocarme:

-        No lo creo lobita mía. - se me heló la sangre. Su voz denotaba una possessividad tan cruda que hizo que se me erizara el vello de la nuca.

-        Yo. No. Soy. Tuya. - ladré enfatizando cada palabra. Me estaba empezando a poner muy nerviosa.

Se presionó más contra mí hasta que ya solo la ropa nos separaba. Solté un gritó ahogado al notar la presión de su cuerpo contra el mío y lo mas extraño, una dureza contra mi vientre bajo. No podía se que estubiera…

-        Por ahora loba – susurro lamiendose el labio inferior –. Solo por ahora.

-        Y una mierda.

Intente zafarme de su agarre probando de asestarle otra patada en una zona más baja, pero estábamos tan juntos que casi no podía moverme. Entonces fue cuando lo oí: Jez soltó un chillido que desgarro su voz y por un interminable momento temí lo peor. Sarah, que estaba al lado de Luck  cogió su mano horrorizada y me busco desesperada, intentando trabar sus ojos con los mios.

<<Mierda, mierda, mierda... ¡malditos bastardos!>>

Tomé una profunda bocanada de aire para aclarar mi mente y sin esperar más, saqué a Damon y a Angel de sus fundas con un ágil movimiento. Grité sus nombres con voz cargada de oscuridad y ellas resplandecieron. Damon se llenó de fuego y Angel adopto un tono azul medianoche que refulgía bajo la luz de los fluorescentes.

Cuando me vio, el vampiro se aparto de mi de un brinco antes de que le rajara la garganta con Damon. No le había alcanzado.

<<Mierda.  - me recrimine.>>

Volví a atacar y casi le alcance en el pecho. Casi. Se movio justo antes de que la daga llegara a rozarle el pecho.

Una vez más oí jadear a los demás cazadores y me gire hacía Jez.

Si hacía unos segundos estaba para que me ataran y me encerraran en algún lugar para no dejarme salir durante los próximos tres o cuatro días, en ese momento iba a necesitar que se sercionaran de que estaba muerta para no poder levantarme de la tumba y matarlo.

Jezabel estaba tumbada en el suelo con el vampiro de pelo marrón encima suyo. La tenía pegada a él con una mano sujetando su culo y la otra a la espalda. La camisa blanca había perdido un par de botones por la acalorada pelea que habían mantenido, dejando a la vista el sujetador azul que iba a juego con el mío. Su cabello estaba hecho una maraña caramelo, desparramado sobre el suelo, mientras que sus hermosos ojos negros se empañaban por las lágrimas contenidas.

Maldecí para mis adentros. Ella siempre odiaría que un hombre la tocara, por muy sobrenatural que fuera, todos le recordaban al bastardo de Lucian, el canalla con el que estaba obligada a permanecer el resto de su vida como cazadora.

-        Vaya, Damian lo ha logrado. - susurro triunfante el vampiro a mi espalda - ¿Que harás ahora lobita? - preguntó petulante.

-        ¡Maldito hijo de puta, suelta a mi hermana o te juro que...!                                                  

Entonces Jez se retorció debajo de él, empujándolo lejos de ella. Cuando lo tuvo suficientemente lejos, levantó una pierna y clavo con fuerza la rodilla en el estomago de ese monstruo shupasangre. Él gimió mientras Jez lo empujaba y lo obligó a tumbarse en el suelo. Ella se puso a horcajadas sobre su pecho, inmovilizando con las rodillas y volvió a levantar a Light, una de sus dagas gemelas. Miro por encima de su hombro y me dedico una tímida sonrisa de disculpa.

Asintiendo con gesto brusco, me giré para mirar a mi adversario y levanté las dagas de un modo que dejo demostrado que mi control sobre las armas era extenso. Entonces la petulante voz de la directora lo detuvo todo.

-        Jezabel Night, Liana Black, bajad inmediatamente las armas. - no me hacía falta girarme para ver que no le hicimos caso ninguna de las dos – Vuelvo a repetirlo, bajad las armas ya. Todos, abandonad ahora mismo el salón. El castigo por desobedecer esta orden sera sección de castigo extrema y expulsión inmediata.

La clase se lleno de murmullos mientras todos se iban resignados, no estaban dispuestos a ser expulsados por unos simples chupasangres. Por mucho que ellos también los desearan muertos.

-        Liana Dark. - cuando conseguí apartar los ojos del vampiro para dirigirlos hacía ella, vi que sus fríos ojos azules se volvian árticos.

-        Directora Cassandra. - espete con amargura.

-        Creo haberte dado una orden. Cumplela. - me ordeno.

La mire airada y con furia pero no pareció que le importara.

-        Jezabel Night – sus fríos ojos se fijaron en Jez. Mi lobo me advertía de que me interpusiera entre ellas para evitar que le pasara nada a mi compañera, pero simplemente permanecí donde estaba. Jez no apartó la vista de su presa en ningún momento – Eso iba también para usted… -la miró fijamente y fruncio el entrecejo, haciendo que le apareciera una arruga en la frente-. No, - negó con la cabeza, como si se lo hubiera pensado mejor, mientras el movimiento hacía que se le desprendiera un mechón de cabello – ella se queda y Damian también. Necesito hablar con los dos. - miró el pequeño reloj plateado que colgaba de su muñeca – Y tu Liana, deberías ir al club, ya te deben estar esperando.

-        No pienso marcharme sin ella. - le aseguré, desafiandola con la mirada.

-        No creo recordar haber pedido su opinión señorita Black. - replicó diplicente - Márchese o me veré obligada a tomar medidas mas drásticas. Conociendo a tú madre, seguro que no le haría gracia que te reportara y menos, cuando eres la sucesora de la familia Black.

-        ¿¡Y qué dirá ella cuando se entere que en una academia de cazadores hay dos asquerosas ratas?!

-        ¡NO ME REPLIQUES Y SAL DE LA CLASE!

Le lancé mi mejor mirada asesina y cerré con fuerza las manos en dos puños. Maldije por lo bajo y sin otra palabra más, me fui.

Cuando me encontré fuera del edificio escondí las dagas en sus fundas con una leve rotación de muñecas. Empecé a andar, la rabia me carcomía por dentro y me hervía la sangre, hasta que ya no pude más y le di un fuerte puñetazo al árbol a mi lado. La copa se sacudió y unas cuantas hojas me cayeron encima como una lluvia verde.

<<Menudo curso me espera. Y menudo esfuerzo voy a tener que hacer para no matar a esos cabrones. - me mire los nudillos y solté un largo y profundo suspiro, otra herida estúpida en mi historial - Esto no puede ir peor>>

Comencé a andar y me dirigí al club, pateando con fuerza todo lo que se me ponía por delante. A mitad de camino oí una rama que se rompía detrás de mi y me giré para enfrentarme a quien me seguía, pero cuando lo vi, me relaje. Era Alex. Iba con la cabeza gacha, dejando que sus sedosos cabellos rojos ocultaran sus increíbles ojos de un azul celeste que literalmente, le quitaba el hipo a mas de una... o uno. Tenía las manos en los bolsillos delanteros y no parecía muy seguro de si debía acercarseme.

-        Lobita – se acercó a mi en tres largas zancadas – tendrías que calmarte. Mira lo que te has hecho en la mano.

Solté una carcajada y miré mí mano. Había una irregular mancha de sangre ya seca.

-        Estoy bien Al. No tiene importancia. - me tendió el brazo mostrándome una deslumbrante sonrisa y me agarré a él.

Con un silencio cómodo envolviéndonos, nos fuimos hacía el club. Mientras andábamos mire de reojo a Alex. Era alto, con el cabello rojo – anaranjado- y la piel pálida, típica de los escoceses. Los ojos grandes y del azul más claro y hermoso que solo se podría comparar con el cielo. Tenia los rasgos marcados y una mandíbula fuerte, los hombros anchos, la cadera estrecha y el vientre plano, pero no como algunos chicos que simplemente están delgados, mas quisieran ellos estar como él, Alex era todo músculo. Tenía los músculos del vientre marcados, pero no demasiado, el pecho bien esculpido y los brazos bien definidos. En pocas palabras... estaba para comérselo.

El único inconveniente; era gay. Sí, yo tampoco me lo podía creer cunado me lo dijo. No es que tuviera nada contra ellos, ni mucho menos. Simplemente me pillo desprevenida.

 

Alex y yo estábamos en mi habitación, como cada tarde en la que Jez se iba con Mag a ver los caballos de mi establo. Los dos teníamos doce años e íbamos a comenzar la secundaria en la academia de Dark Moon, la escuela para aprender a ser un buen cazador de vampiros.

-        ¿Lia?

-        Hmmm... - no aparte la vista de la revista que estaba leyendo.

-        ¿Te puedo contar un secreto? - deje de leer la revista de moda y me incorpore en la cama para acabar sentada. Lo miré con ojos inquisidores.

-        Claro.

Sus ojos azules me analizaron

-        ¿Me prometes no contárselo a nadie? - me pregunto solemne.

Asentí con la cabeza

-        Te lo prometo, pero déjame adivinar. – lo pensé por unos instantes – Ya esta, ya lo se, ya no eres virgen. - asegure rotundamente.

Primero me miro por unos segundos como si le hubiera hablado en otro idioma, luego paso de estar en shock a incrédulo

-        ¡¿Qué?! ¡No! ¡No es eso!

Me reí tanto que termine tumbada de espalda en la cama agarrándome la barriga por el dolor. Alex me miraba con cara de pocos amigos e indignado.

-        No tiene gracia. - se quejo poniendo cara de corderito.

Eventualmente deje de reír pero estaba jadeando para poder recuperar el aliento

-        Vale, lo siento - lo mire–. Pero es que con la cara que me traías...

-        No tiene gracia Lia, lo digo muy enserio. - sacudió su cabeza con impotencia

Mi rostro se volvió serio por su reacción  

-        Alex, ¿que pasa?

Me baje de la cama para sentarme en el suelo junto a él. Tenia la mirada clavada en el suelo con los labios fruncidos en una mueca.

-        Es que... - comenzó

-        ¿Que? ¿Que pasa?

-        Yo... - soltó un largo suspiro antes de por fin fijar sus ojos en los míos. Tomo una bocanada de aire. - Soy gay.

 

Y eso fue todo.

Después de eso, me hizo jurar que no se lo diría a nadie, mucho menos a sus padres, que al ser unos  de los cazadores mas respetados y expertos que había, no permitir ese tipo de gustos, demasiado aniñados. Pero cuando Jez me contó que Magnus también era gay y que estaba loco por Alex, bueno, simplemente le conté que él también lo era y que decir que Alex estaba loco por Magnus era quedarse corta.  Lo había querido desde siempre. Me contó, que nada más verlo, le gusto. Irónico, pero cierto.

-        Alex.

Me miró y sonrió.

-        ¿Si?

-        ¿A ti aún te gusta Magnus no? - paró en seco y se me quedo mirando por unos segundos hasta que un rubor rosa le cubrió la cara - ¡Lo sabía!

-        ¡¿Qué?! ¡No!

-        Oh, ¡venga ya! - grité exasperada – Por si no lo recuerdas nos conocemos desde críos y personalmente me dijiste que estabas enamorado de él. ¡Dios! Es que hasta un ciego se daría cuenta. ¡Un ciego! Mira lo que te digo.

Alex enrojeció hasta un punto inimaginable y empezó a irse a toda prisa. Ver lo nervioso que se había puesto me hizo reír sonoramente. Sacudí la cabeza y lo seguí, llegando a su altura en unos segundos.

Llegamos al club en unos cinco minutos y mire la inmensa estructura de madera del edificio. Alex se me quedo viendo con las manos metidas en los bolsillos y cambiando su peso de un pie al otro.

-        Hmm... luego pasaré a buscarte – con un último vistazo se giró y empezó a andar. No hubo dado ni seis pasos cuando se detuvo y sin darse la vuelta susurro: - Tienes razón Lia, - soltó un sonoro suspiro – me gusta Magnus. Más de lo que me gustaria admitir.

Lo miré con ternura. Al fin lo decía, mantener eso en secreto solo le hacía daño.

-        No te gusta Al; lo amas. - no dijo nada pero asintió disimuladamente y se fue.

Me aparté un mechón de pelo de la cara cuando el viento lo soltó de mi coleta y mientras sonreía felizmente entre en el pabellón.

En mitad de la sala se encontraban Jack, Aarón, Sarah, Valeria, Morgana y William, sentados en el suelo, cada uno con su arco, sus flechas preparadas y su quimono.

-        Ya era hora. - murmuro Jack cuando me vio. Se levantó del suelo y me observó con cautela con sus infranqueables ojos marrones. Cuando vio que estaba algo más calmada que hace una media hora, soltó un suspiro, sacudió la cabeza, haciendo que su corto cabello marrón claro con mechas lilas se ondeara y con un movimiento de cabeza le indico a los demás que se levantaran.

Aarón ayudo a Sarah a levantarse y sonrió mientras me guiñaba un ojo de un tono azul oscuro cubierto de sombra rosa pálido.

-        Jefa, ¿podemos empezar? - me pregunto mientras escondía un mechón de cabello rubio detrás de la oreja.

-        Ya hace mucho que tendríais que haber empezado. ¡Preparaos! - cogí mi arco del soporte colgado en la pared y luego saqué una de las flechas que colgaban en una cesta justo al lado.

Me coloque a unos metros de la dianas que estaban en la pared opuesta, me posicione, levante mi arco con la flecha preparada, tense la cuerda, miré fijamente el punto negro de la diana y dispare. En el centro.

El pabellón se lleno de murmullos, cuerdas siendo tensadas, el zaz de las flechas al soltarse de la cuerdal y el clac de cuando las flechas chocaban contra la diana.

Tiré otras seis veces intentando apaciguar la ira que volvía a brotar y me carcomía poco a poco.

Después me dedique a corregir y observar a los demás.

-        ¡Morgana! Tienes que mantener el arco en una posición que quede a de 30 grados respecto la curbatura de tu cuerpo - me gire - ¡Jack!, concentrate en la diana, tres disparos más y puedes pasar a las dianas del campo. -volví a mirar a otro de mis compañeros – Will, ayuda a Valeria. ¡Por Dios! Y evita que se clave una flecha en el dedo por décima vez en esta semana.

El pabellón se lleno de carcajadas y me relaje un poco.

Media hora más tarde ordene a todos que pararan y fui al trastero que había fuera por los arcos de tensación flexible. Cogí los arcos de Jack, Sarah y el mío. Pero para los demás decidí coger unos menos flexibles. Aún les faltaba práctica.

Salí del pequeño cuartucho oscuro y volví con mis compañeros. Le entregue a cada uno su arco y les di ordenes precisas para que realizaran bien las actividades.

Cuando todos estaban entretenidos con su entrenamiento, volví al trastero para cerrar la puerta con llave.

Justo cuando la había cerrado oí el crac de una rama al romperse y luego una risa entrecortada y ahogada. Al principio no vi nada, pero luego me percate de que en la espesura de un árbol unos intensos ojos rojos me observaban fijamente.

Aún sin llegar a ver el rostro de quien me espiaba, solo había dos personas con los ojos como la sangre. Era uno de los Montgromery.

Me lleva la mano a la corbata del uniforme escolar y saqué una aguja dorada de un costura que le había echo. Le di un leve beso, clave la mirada en el asqueroso, pero buenísimo vampiro y lancé la aguja.

Espere unos segundos hasta que oí como soltaba un gimoteo. Perfecto, le había dado.

Me di la vuelta para marcharme pero una mano me agarro por el cuello y quedé pegada a la pared.

-        No me cabrees lobita. - hablaba con los dientes apretados. Una pequeña mancha carmesí le ensuciaba el hombro de la camisa - No sabes con quien te estas metiendo. - me observó con ojos negros llameantes – Me has pillado por sorpresa pero no volverá a pasar.

-        Me estoy metiendo con un repulsivo vampiro, ¡hijo del cabrón que asesino a mi hermano!

-        ¿No has podido pensar que yo no soy como él?

-        Vete al infierno.

-        No te preocupes lobita, iré con mucho gusto. - acerco su nariz a mi cuello y me olio suavemente – Pero tú vendrás conmigo. - me besó fugazmente el cuello y al segundo siguiente caí al suelo temblando de ira.

Se había marchado.

<<La próxima vez le voy a clavar una daga en el corazón y se lo voy a arrancar, pero le dejaré la daga bien clavada en tu cuerpo para que no vuelvas a la vida como un ser aún más repugnante.>>

Cuando me sentí lo suficientemente fuerte como para que mis piernas me sostuvieran volví con los demás, intentando apasiguar la furia de mi lobo.

Las dos horas siguientes pasaron volando y antes de que me diera cuenta todos estábamos dejando los arcos en sus sitios y Alex me esperaba paciente en el umbral de la puerta con el móvil en la mano enviando mensajes.

Me acerque a el y le rodee el cuello con los brazos.

-        Hola guapo.

-        Hola guapa. - me paso los brazos por la cintura – ¿Nos vamos? - asentí y me aparte con una sonrisa tironeando en mis labios - ¿Que vas ha hacer?

-        Voy a ver si Jez ya ha acabado, tiene una ceremonia de aquí un tiempo y me dijo que a lo mejor, se iban a alargar las prácticas. Si ya ha acabado la vamos a buscar. ¡Rubí, libera mi alma!

Una fina pantalla apareció delante de nosotros y lo que vi en el holograma me cerró el estomago. Alex contuvo el aliento y cuando mi cerebro registró lo que estaba pasando ante mis ojos, maldije y grite el nombre de mi compañera mientras empezaba a correr seguida por Alex.

-        ¡¿Donde esta Magnus?!

-        ¡Tiene que estar cerca de la torre!

-        ¿¡Y a que esperas?! Llámale o haz algo, pero avisale de que Jez corre peligro.  

Con dedos rápidos llamo a Magnus y se puso a gritarle que entrara en la torre norte y que apartara a uno de los Montgromery de mi hermana. Cerró el móvil con un golpe seco y haciendo un esfuerzo enorme corrimos el doble de rápido de lo que nunca habíamos corrido.

Cuando llegamos solté un jadeo mientras el lobo en mi interior se preparaba para la cacería que le esperaba. Seguí corriendo, con Alex a mi espalda siguiendo mis pasos y cuando llegamos a la cima, se me rompió el corazón. Jez estaba llorando mientras Magnus le susurraba al oído palabras tranquilizadoras. Mi hermana temblaba descontrolada-mente, mientras se agarraba a Mag como si de su única salvación se tratara.

-        Jez... - me acerque a ella y Magnus me cedió el sitio. La abracé con fuerza. - Ya esta, ya se ha ido, no permitiré que te vuelva a tocar.

-        Creo que tendremos eso muy difícil Lia. Soy su guardiana, tengo que cerciorarme de que nadie lo dañe.

-        ¡¿Y quien te cuida a ti?! La directora conoce tu pasado y lo que ocurrió. ¡¿O es que ya no recuerda lo que paso con Lucian?!

Jezabel se estremeció entre mis brazos y me di cuenta demasiado tarde que acababa de joderlo todo. Empezó a sacudirse con violencia para soltarse mientras el felino que llevaba dentro se levantaba para protegerla del dolor.

Se levantó y agarró a “Dark”. La daga refulgió con un tono oscuro y su mirada se volvió trémula. Nebulosa y vacía. La espada del demonio le acababa de arrancar el alma.

-        ¿Jez?

-        Ella lo sabe. - me miró – Sabe lo que paso Liana. ¡Todo el mundo lo sabe! - ahogo un sollozo – Pero nadie me quiso escuchar. Y ahora me piden que proteja a un asqueroso vampiro que ha estado a punto de...

-        No le dejare. Nadie te volverá ha hacer daño. No mientras yo siga con vida.

-        No me pienso arriesgar Liana. Esta vez ganare yo.

Salió corriendo hacia las escaleras y las bajo a toda velocidad.

-        ¡No!

Baje corriendo para alcanzarla. Cuando salí de la torre la vi para mirando algo en la lejanía.

Se giro para mirarme y levanto la daga para apuntar algo.

-        Hermanita... lo quiero muerto. - me dijo con su tono de voz suplicante como cuando quería que le consiguiera algo.

Clave la vista en lo que señalaba y agudice la vista. El aire quedo atrapado en mis pulmones. Era uno de los Montgromery, pero no el que pesaba que ella quería ver muerto. Ese no era Damian. Era Ash.

-        No.

Clavo sus ojos en los míos.

-        ¿No lo quieres matar? ¿No quieres vengar a tu hermano? - me instó.

-        Si que quiero Jez. Pero esta no es la manera y tu lo sabes. Cassandra te...

Aparto la mirada de mi y ronroneo cuando vio que Ash estaba lo suficientemente cerca de ella. Saltó sobre él y mi cuerpo se movió por inercia. Me plante delante de ellos dos y le di un puñetazo en el estomago a Jezabel, dejándola inconsciente. Soltó un chillido desgarrador, la espada del demonio tuitilo, fundiendo su luz en la nada y Jez se desplomó.

Ash me miro sorprendido y difícilmente pudo evitar que se le dibujara una media sonrisa con algo parecido a la sorpresa y la gratitud.

-        ¿Me has salvado?

-        No, -escupí las palabras velozmente – he salvado a mi hermana.

-        Igualmente gracias lobita. Te debo una.

-        Pues me la cobrare ahora. - me miro sorprendido – Mantén tus garras lejos de mi.

Cogí a Jezabel en mis brazos y me marche de allí sin volver la vista atrás.

Aunque antes de irme me pareció oír como Ash murmuraba: ya veremos si mi hermano opina lo mismo.

No le di importancia y seguí andando y entonces caí en la cuenta de lo que habían significado sus palabras... le había dicho que se alejara de mí, pero se me había olvidado proteger a Jez. Me giré en su dirección, dispuesta a cambiar el favor, pero él ya no estaba y una sensación extraña se apoderó de todo mí cuerpo. La había vuelto a cagar.

Cuando pase cerca de Magnus y Alex, consternada por mi estupidez, susurre enfurecida pero con cariño:

-        Moved vuestros traseros parejita.

Me siguieron mientras el rostro de Alex adoptaba un tono más rojo de lo normal.

Unos minutos más tarde parada delante de la puerta de la habitación, me despedí secamente de los dos y entré cerrando la puerta con llave.

Acosté a Jezabel en su cama y le acaricié la mejilla dulcemente.

-        Te lo juro hermanita. No te volveré a dejar en brazos de alguien como Lucian.

Bese su mejilla y salí por la ventana hasta llegar al tejado. Me senté y mire la luna mientras intentaba frenar mi corazón que latía frenético por los recientes acontecimientos. No iba a permitir que le rompieran el corazón, antes tendrian que matarme.